Si bien todas las artes son poderosas herramientas con las que trabajar la educación social, creo que el teatro es prácticamente de las más completas, a las que más jugo le podemos sacar. Sobre todo porque no hablo porque no solo hablo del teatro en el sentido de representar una obra ya escrita y ya está o de hacer de espectador (que también), sino porque hablo de lo que el teatro nos puede dar en todas sus vertientes. Mediante el teatro y la interpretación entre otras cosas podemos trabajar infinidad de valores, de habilidades (básicas, sociales, emocionales, etc.). Podemos expresar emociones y aprender a comprender las de los y las demás, podemos utilizar nuestras propias obras para expresar deseos o reivindicar algo con ellas. Y es esto lo que pretendía Julián Boal con su Teatro del Oprimido.
Inspirándose en el teatro épico de Bertolt Brech y en la Pedagogía del Oprimido, vio en el teatro la posibilidad de utilizarlo por las clases oprimidas en su lucha contra las clases opresoras siendo así un medio de reivindicación desde la cultura. Este teatro se basa en la idea de que toda persona es teatro, con el objetivo de transformarla en un sujeto activo, protagonista de su vida y la sociedad, no pasivo.
Este teatro tiene diferentes variedades como el teatro invisible, el teatro periodístico, teatro imagen... y es uno de los tipos de teatro que nos puede enriquecer sobre manera como educadoras sociales ya que parte de la pedagogía y de un pensamiento en total conexión con esta nuestra profesión.
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