Si por un momento nos paramos a contar todos los proyectos que llevamos realizados durante la carrera de Educación social, nos daremos cuenta de dos cosas. La primera es, que nuestra memoria nos juega una mala pasada, ¿uno por asignatura?, ¿tres proyectos por cuatrimestre?, lo cierto es, que perdimos la cuenta. La segunda cuestión es la siguiente, ¿de qué trataban?, seguramente nos quedemos con una mala sensación al darnos cuenta de que tampoco nos acordamos. Pero, y ¿con aquellos que pusimos en marcha?, ahí es cuando de repente nuestra memoria empieza a evocar imágenes, momentos, personas, emociones, sentimientos, palabras, sensaciones....etc. Es por lo que, llevar a cabo un proyecto no sólo significa interiorizarlo y tener un aprendizaje más activo, sino que también formará parte de nuestro bagaje de vivencias a lo largo de toda nuestra vida.
Cuando realizamos un proyecto, que únicamente será evaluado por el docente, dista mucho de un proyecto pensado para llevarlo a cabo con y para personas. Mientras que en el primero aparece un temor asociado a la calificación, o a estar a la altura como trabajo (contenidos, estructura, creatividad de la propuesta, autores...) en el segundo, nuestro temor está más vinculado a saber cómo funcionamos en la práctica de la Educación social (conocimientos prácticos, capacidad de resolución, estrategias o habilidades...).

En mi opinión, la experiencia de llevar a cabo un proyecto es como vivir una aventura , en cierto modo, ambas comparten que son experiencias arriesgadas, con eventos inesperados, y que en algunas ocasiones se puede correr algún tipo de riesgo. El proyecto EncontrArte se convirtió, para nosotras, en toda una experiencia en la cual tuvimos que organizar y re-organizar, como también resolver aquellas situaciones inesperadas que iban surgiendo, y aún siendo conscientes de que algo podría salir mal, lo bueno de las aventuras es que salgan éxitosas o no, siempre resultan ser un momento de nuestra vida en el que aprendemos, experimentamos, superamos miedos y se nos prepara para enfrentarnos de manera más positiva a aventuras venideras.
Creo entonces, que estoy en lo cierto, cuando digo que llevar un proyecto a cabo resulta ser toda una aventura, con todo lo que tiene de incierto, angustioso a la vez que emocionante, pero que realmente con respecto al aprendizaje personal merece la pena.
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FUEGO (MaríaPolo)
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