diumenge, 9 de març del 2014

Los niños del barrio rojo

Cuando estás viendo este documental te vienen mil sensaciones al mismo tiempo, es un continuo sabor agridulce. Cada vez que uno de los niños o niñas protagonistas sonríe te roba una sonrisa a ti pero también mientras vas descubriendo las condiciones de vida que tienen cada uno de ellos. Te llenas de impotencia al ver la gran personalidad, potencial y capacidad que tienen todos y todas y pensar que posiblemente nunca salgan del lugar y las condiciones en las que viven. Al terminar el documental me quedé unas horas encogida, no puedes dejar de pensar en las caras de esos niños y niñas y sobre todo pensé en el hecho de que la situación que describen en la película no es ni mucho menos un caso puntual sino que muchísimos niños y niñas del mundo viven situaciones parecidas y lo peor, que seguramente la mayoría de ellos no se cruzarán con una Zana en su camino. Que esa energía que rebosan, las risas, la espontaneidad... irá despareciendo con el tiempo. En una de las entrevistas uno de los niños dice "no hay nada llamado esperanza en mi futuro"...
 
A pesar del increíble esfuerzo que realiza Zana por encontrarle a cada uno de ellos y ellas una plaza en una escuela interna para poder estudiar sólo unos pocos la mantienen y lo logran, pues la presión de la familia es muy grande. Las familias saben que si sus hijos e hijas abandonan el hogar, será una fuente de ingresos menos en el futuro y creo que ven eso como un impedimento para dejarlos marchar. Lo que más me sorprendió de la película, es la madurez con la que hablan los protagonistas de la situación en la que viven, lo conscientes que son, como asumen que sus padres o madres son como son pero que al fin y al cabo son su familia y han de quererlos por ello. Me estremecí cuando uno de los niños dice de su padre que intenta amarlo aunque sea un poco.
 

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