El texto “Pongámonos en marcha” nos sugería mirar, andar por
dentro del camino, no sobrevolarlo. Es decir, fijarnos en los detalles de cada
experiencia, vivirla en primera persona y aprender de ella. Este texto está muy
relacionado con el segundo, “Experiencia y alteridad en educación”, ya que si
el primero nos invitaba a mirar este segundo nos invita a escuchar. Ambos están
hablando en realidad del fenómeno educativo, de la importancia de vivir la experiencia
del mismo, reflexionar acerca de la transformación que produce en nosotros
mismos como educadoras y educadores y no solo en lo que pretendemos transmitir.
Me pareció muy interesante la reflexión que hizo Carles
cuando comentó que “la educación es un espacio de vida”. Un espacio de vida
porque el tiempo que pasamos en el aula ocupa un espacio en nuestra vida, pero
más aún cuando somos niños y niñas que este tiempo es prácticamente la mitad
del total. Cuando somos pequeños pasamos a menudo más tiempo con nuestros
profesores y profesoras y con los compañeros y compañeras que con nuestras
familias. Los textos no pretenden darnos soluciones pero sí invitarnos a
la reflexión. A reflexionar acerca de donde ponemos el énfasis del hecho
educativo. Los autores lo ponen en la importancia de mirar, de escuchar, de
observar los detalles, de tomarnos la educación como una relación con el otro o
la otra, una interacción; no un simple momento de enseñar, de transmitir
conocimientos o habilidades.
Cuando leí el primer texto escogí esta frase: "El punto ciego no roba la visión al ojo, al contrario; abre la mirada y la presiona, la obliga a mirar". Me llamó la atención porque cuando observamos un suceso, conocemos a alguien, estamos viendo arte, etc. hay ciertos detalles que no podemos ver a simple vista pero están ahí y son los que nos hacen ver las cosas en detalle, aprender de ellas y recordarlas. El aprender a ver esos pequeños detalles, los puntos ciegos, es lo que nos hace abrir la mente, aprender a aprender.
Del segundo texto me interesó también otra frase: "Doble paradoja, porque lo más probable es que nuestra dificultad para abrirnos a la experiencia y al otro, se deba, a nuestro exceso de palabras, en este caso palabras que actúan como ruido, como distorsión sonora que llenan el espacio, que impiden el silencio necesario de la escucha atenta". Me encantó porque creo que es algo que hacemos todos y todas en mayor o menor medida, a veces hablamos demasiado y debemos escuchar más. Pararnos a escuchar. A menudo cuando escuchamos a alguien estamos más pendientes de lo que vamos a decir cuando calle que en escuchar y vivir lo que está diciendo en ese momento y de esto es también de lo que está hablando esta frase.
Andrea Vidaurre, Tierra
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